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Adopción - Perro abandonado

Tómese unos minutos y diríjase a las estaciones de peaje de las autopistas por las
que habitualmente circula, y solicite la instalación de carteles que sugieran a los
automovilistas, no arrojar bolsas ni alimentos en las mismas. Salvará la vida de un
perro y evitará un accidente.


A través de los siglos el perro fue domesticado por el hombre y a causa de ello fue perdiendo su instinto cazador - principal característica del animal salvaje - y pasó a ser humano dependiente . Es por eso que vemos por las calles deambulando un sinnúmero de perros abandonados, famélicos y enfermos, suplicando algo de alimento y cariño a los mismos que provocaron su triste situación, los seres humanos.
No hace falta ser amante de los perros para considerar la solución de este problema; ya que si su enfoque no es este último, considere que un perro abandonado también es una fuente de contagio de diversas zoonosis como la leptospirosis, parasitosis varias, etc.
Luego de evaluar distintas soluciones, hemos llegado a la conclusión de que la mas eficaz y viable es la castración de las hembras, y no permitir bajo ningún concepto que nuestros perros salgan a la calle.
También proponemos que cada uno debe exigir a sus gobernantes que encaren este tema, antes que la proliferación de perros callejeros sea incontrolable y vuelvan a presentarse epidemias de rabia canina, felizmente erradicada en el presente.



MENSAJE MUSICAL DEL CLUB DE ANIMALES FELICES.
(aguarde hasta que termine de bajar - 658Kb - y luego pulse play en su reproductor de MP3)


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Morir como un perro



Lento, torpe y enfermo de soledad intenté cruzar la autopista. Intuía el peligro que corría al hacerlo en mi situación, pero cometí el error de escuchar el canto de sirena del otro lado. Ahora sé que nunca debí dar ese paso, que me equivoqué de decisión y de camino para regresar a la casa de la que mi amo me sacó un día para abandonarme en un vieja fábrica alejada de la ciudad y, supongo, de la conciencia. No quise aceptar que mi mejor amigo durante tantos años fuera capaz de considerarme un estorbo en su vida. Apenas siento el cuerpo y el frío crece cuando los coches pasan como flechas de viento junto a mí evitándome. Sé que voy a morir aquí y, sin embargo, no le guardo rencor. Me vence la tristeza por él, con quien compartí juegos y algunos secretos del complejo y apasionante corazón humano que me confesó a veces en voz alta y en otras ocasiones con lágrimas. Siempre estuve a su lado por nada, puede que por alguna caricia desinteresada en la vejez o por haberle hecho más felices los amaneceres en los que corríamos por el parque cuando yo sólo era un cachorro. Se me va el alma y apenas puedo ver ya un hilo de sangre que escribe en el asfalto los últimos instantes de mi existencia. Ahora que me abordan las dudas y me abandona el aliento aquí tirado e inerme, me pregunto por qué se marchitó la amistad, por qué me llevó con engaños a un lugar despojado de sentimientos y huyó antes de que pudiera darme la vuelta para al menos despedirle.
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